La otra guerra que
Washington no está ganando
EEUU
no está ganando la guerra
contra el terrorismo internacional... ni la guerra contra las bandas juveniles
centroamericanas
Por Miguel Díaz
Alberto Gonzales, fiscal
general estadounidense, declaró en un discurso que la guerra contra
las bandas juveniles centroamericanas en general, y contra la 'Mara
Salvatrucha' (MS-13) en particular, sólo es superada en importancia
por la guerra contra al-Qaeda
Por desgracia, de forma muy similar a lo que sucede con la guerra
contra el terrorismo internacional en Irak, EEUU está consiguiendo
escasos resultados en la lucha contra estas bandas. De hecho, los
datos indican que las maras, como suelen denominarse estas bandas en
Centroamérica, han aumentado de tamaño, son más violentas y están
mejor organizadas, lo cual aumenta hasta niveles alarmantes la amenaza
que representan para Centroamérica y EEUU.
Paralelismos entre las maras y
los grupos
terroristas
Existen sorprendentes paralelismos entre las maras y grupos
terroristas como al-Qaeda. Para empezar, ambos son agentes no
estatales, cuya presencia se extiende a numerosos países. La MS-13
está consolidada sobre todo en El Salvador, Honduras y Guatemala, pero
sus tentáculos llegan hasta México, Canadá y más de 25 estados
estadounidenses.
Las maras, al igual que al-Qaeda, emplean la violencia como principal
forma de influencia. En su lucha por superar los actos de violencia de
las bandas rivales, a menudo dejan los cuerpos decapitados de sus
víctimas abandonados en medio de las calles centroamericanas, lo que
recuerda a las escenas de las guerras civiles que azotaron esos países
hace 20 años y devastaron la región.
Salvo la enorme publicidad que recibió la muerte de 28 pasajeros de un
autobús en San Pedro Sula a manos de la MS-13 en diciembre de 2004,
poca información de esa violencia trasciende fuera de la región. Sin
embargo, las estadísticas hablan por sí solas: sin contar los países
en guerra, esos tres países centroamericanos ostentan la triste
distinción de ser los países con mayores tasas de homicidios del
mundo.
También resulta revelador que las maras, al igual que al-Qaeda,
tiendan a gravitar hacia aquellas zonas en las que el imperio de ley
es más débil o, como en el caso de un creciente número de guetos en
América Latina, prácticamente inexistente.
En la actualidad, municipios enteros de El Salvador, Guatemala y
Honduras se encuentran bajo el control de las bandas.
Para los que tienen la mala suerte de tener que vivir en esas zonas,
esto se traduce en la obligación de tener que pagar impuestos para
evitar ser asaltados al entrar y salir de sus vecindarios.
Los comerciantes de estos vecindarios también son objeto de extorsión,
viéndose obligados a pagar impuestos de hasta un 50% de sus ingresos.
Por ello, no es de sorprender que los bienes y servicios básicos
terminen costando considerablemente más en estas zonas. Para los
pobres, esto supone otro impuesto indirecto que deben soportar para
poder sobrevivir.
Los parecidos entre al-Qaeda y las maras resultan sorprendentes
incluso a nivel de sus bases. Al igual que los reclutas de al-Qaeda,
los miembros de las maras suelen ser varones jóvenes, pobres y sin
educación. Muchos de ellos proceden también de países asolados por la
guerra. Aun así, también existen diferencias importantes, como el
hecho de que la mayoría de los miembros de las maras procedan de
hogares rotos, fundamentalmente por la emigración de los padres a
EEUU,
a menudo de forma ilegal, en busca de trabajo.
Cómo
combate EEUU a las maras y a los grupos
terroristas
También existen parecidos en el modo en que EEUU y sus aliados han
tratado de combatir estas dos amenazas no tradicionales.
En ambos casos, las campañas han girado fundamentalmente en torno a
una solución militar. Sin embargo, las políticas de mano dura
empleadas en los últimos años por los Gobiernos centroamericanos han
producido escasos resultados.
Los Gobiernos trataron, básicamente, de poner solución al problema de
las bandas encarcelando indiscriminadamente a toda persona de la que
se tuviera una sospecha remota de pertenencia a una banda.
Lo único que consiguieron fue que las bandas empezaran a tratar de
pasar más desapercibidas y se hicieran más selectivas en la elección
de sus miembros (las mujeres son ahora peor recibidas por considerarse
que tienen más tendencia a delatar a sus compañeros).
Además, las bandas controlan ahora las cárceles y las utilizan como
base desde donde coordinar sus actividades y recuperarse. En la medida
en la que existe alguna jerarquía internacional en estas bandas, por
lo general sus líderes suelen encontrarse en las cárceles.
En Centroamérica, al igual que en Irak,
EEUU se ha dado cuenta de que el nivel de compromiso de sus socios
locales dista mucho de ser el óptimo, de que se ven fácilmente
distraídos por otras causas y de que sus débiles instituciones los
incapacitan de forma deplorable.
La policía guatemalteca, por ejemplo, es considerada tan
corrupta que los ciudadanos del país han perdido toda confianza en
ella.
En El Salvador el problema ha sido tratar de conseguir que el
Gobierno asumiera su parte de la carga en la lucha contra el problema
y colaborara con aliados potencialmente importantes como las iglesias,
las ONG y la oposición política.
Washington se ha visto particularmente frustrado por la resistencia
salvadoreña a aumentar los impuestos de la elite económica, apenas
gravada, para aumentar el tamaño de su fuerza policial, relativamente
competente. También ha quedado perfectamente claro que los esfuerzos
estadounidenses se han visto obstaculizados por su incapacidad para
entender claramente al enemigo.
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Miguel
Díaz es Ex Director del Programa de las
Américas del CSIS.
Tomado
del Real Instituto Elcano en
www.realinstitutoelcano.org . Gracias!