Autos blindados en México
La inseguridad en México aumenta la venta de autos
blindados
La
industria de la seguridad en México
El auge de la inseguridad en México es un problema, pero también un
negocio. El aumento de secuestros, asaltos, asesinatos y robos a
particulares y empresas ha disparado la demanda de seguridad privada
en forma de escoltas, vigilantes, vehículos y ropa blindados y hasta
microchips insertados bajo la piel que permiten la localización por
satélite del secuestrado. Por esta razón prolifera una industria que
cuenta con unas 10.000 empresas en el país, aunque no todas son
fiables ya que sólo 2.000 están registradas oficialmente. Muchas
recurren a ex militares y ex policías.
Según datos del Consejo Nacional de Seguridad Pública (CNSP) recogidos
por la revista Proceso, la industria de la seguridad factura unos
2.194 millones de dólares al año y da empleo a alrededor de 210.000
personas; la demanda crece un 30% anual.
El Instituto Ciudadano de Estudios sobre la Inseguridad (ICESI)
asegura que la mitad de los hogares mexicanos cuenta con medidas de
protección contra la delincuencia.
El negocio del blindaje llegó a México en 1973 restringido a las
patrullas policiales. En 1995 se extendió a vehículos particulares.
A día de hoy, México es el principal armador de autos blindados de
Latinoamérica, seguido por Colombia y Brasil. Existen cinco niveles de
blindaje para hacer los vehículos resistentes a armas cortas –usadas
por la delincuencia común- o a todo tipo de armas de mano, incluidas
las largas, que son las utilizadas por los cárteles y sus brazos
armados.
Aunque varias empresas del sector automotriz fabrican automóviles
blindados, también hay compañías que acondicionan vehículos normales y
el mercado de segunda mano crece. En 1994 había tres empresas de
blindaje y actualmente son más de 70 las registradas ante la
Secretaría de Seguridad Pública.
El costo del blindaje oscila entre 10.000 y 95.000 dólares. Además de
cristales a prueba de balas y la protección del habitáculo de los
pasajeros, la batería, el tanque de combustible y las ruedas, se dota
a los vehículos de sistemas para repeler ataques: expelen gas
lacrimógeno y cortinas de humo, derraman aceite para dificultar la
persecución, las manijas se electrifican, y se instalan faros
cegadores y sistemas de encendido a control remoto.
Sólo en el Distrito Federal hay 30.000 autos blindados y se equipan
150 al mes, según datos de la Asociación Intercontinental de
Blindadores (AIB) en El Economista. Los Estados más azotados por la
narcoviolencia, como Chihuahua, Sinaloa o Michoacán son los que
registran un mayor número de blindajes.
La eficacia de un blindaje de nivel 5
La eficacia de un blindaje de nivel 5 quedó demostrada en el ataque
sufrido hace tiempo por la consejera de Seguridad Pública de
Michoacán de ese momento, Minerva Bautista. Su vehículo recibió 350 impactos de bala
de diverso calibre y granadas, pero ella resultó ilesa. La empresa que
lo blindó, Transportadora de Protección y Seguridad, exhibe la
camioneta acribillada en su planta de Santa Catarina (Nueva León).
También se blindan fachadas de edificios, habitaciones en viviendas,
cajeros de bancos y cabinas para el personal de vigilancia de
urbanizaciones. Y ropa. La Ciudad de México cuenta desde 2006 con una
tienda de ropa blindada, de la mano del considerado
Armani del blindaje, el colombiano Miguel Caballero.
En uno de los barrios más exclusivos del DF, junto a tiendas de
grandes diseñadores, Caballero compagina seguridad y moda: camisas,
guayaberas, trajes, ropa interior, abrigos, cazadoras, chalecos y
chaquetas de piel para hombres y mujeres; prendas livianas (pesan
alrededor de 1 kilo), discretas y personalizadas, ya que se hacen a
mano y a medida. Los precios de oscilan entre 290 y 2.900 dólares y,
gracias a la fibra de aramida, protegen de balas de cualquier calibre.
Los tradicionales chalecos antibalas quedan ya para el personal de
seguridad, la Policía o los militares.
Entre sus clientes hay presidentes latinoamericanos, jueces y
príncipes europeos y, en México, secretarios de Estado, gobernadores,
diputados, fiscales y empresarios.
Cámaras ocultas en relojes, plumas, llaveros o
hasta desodorantes; dispositivos para la localización por satélite de
vehículos; escoltas para flotillas de transporte y servicios de
guardaespaldas completan este prolijo y pujante negocio.
Ante el incremento de la inseguridad y
la violencia, las compañías privadas y las fuerzas estatales invierten
cada vez más en productos de seguridad de mayor tecnología. La
inseguridad es una lacra en este país, pero también un negocio.